Las saetas son un restallo de inspiración, un segundo de pasión, de devoción, de cultura y de tradición. Un instante. La emoción de una creencia que estalla espontáneamente al paso de una veneración. Un latido de sentimiento religioso.
Es espontánea, pero no improvisada.
La pulsión de una pasión largo tiempo preparada.
En estas escenas vemos a Antonia López, balcón adentro, calentando voz entre paso y paso para la Soledad, en la intimidad de la familia, de los aficionados allegados. Algo que poca gente conoce y que sin embargo la cantaora nos permitió compartir.
Son momentos de gran concentración de diálogo interior para alcanzar un estado de ánimo y de sensibilidad que permita fluir, instantes después, el caudal de arte y de pasión que se ha ido aprendiendo a lo largo de muchas jornadas de ensayo y estudio.
Se entonan las cuerda bucales pero también se serena el alma para poder transmitir todo lo que se lleva dentro. En el caso de Antonia López es un universo de sensibilidad, de pureza, de serena sabiduría, lo que parece evanescer de ella cuando canta. Es cante y alma. Sus saetas, serenas y sabias.